Sobre las velas de la iglesia, el aceite de oliva y el incienso
Cierta vez dijo el Señor a través de Moisés a los israelitas: "Todos los que tengan defecto no se ofrecerán al Señor", es decir, ningún animal que tenga un defecto se tiene que ofrecer en sacrificio al Señor (Lev. 22: 20). Nosotros, cristianos ortodoxos, tenemos la costumbre piadosa en las iglesias y en las casas de encender velas de cera y lámparas de aceite ante .Los santos íconos; también durante las plegarias encendemos incienso. ¿Qué significa esta costumbre? Esto significa que le ofrecemos sacrificios a Dios nuestro Señor. Las velas, el óleo y el incienso eran sacrificios a Dios en tiempos del Antiguo Testamento (tiempos bíblicos) en el altar temporario (Skinia) y en el templo. Y si eso es así, ¿cómo deben ser esos sacrificios? El Señor solía hablar a través de Moisés directamente a los israelitas, diciendo que ningún animal con defecto puede ofrecerse a Dios (cita bíblica textual). Y la gente de la época bíblica observaba estrictamente la calidad de lo que se sacrificaba. Así es como Abel ofreció la mejor oveja de su manada y el Señor aceptó su sacrificio. Noé, al salir del arca, ofreció sacrificio de animales limpios y el Señor le dijo que no habría más diluvio, dando la señal del arco iris. El santo rey Salomón, al comenzar a organizar el templo, ofreció mil sacrificios y, sin lugar a dudas, de los mejores, ya que a través de ello, obtuvo una bendición especial de Dios. Pero todos estos sacrificios sangrientos del Antiguo Testamento simbolizan a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios Único, Incorrupto y Purísimo Cordero, que se ofreció a Sí mismo en el Gólgota en sacrificio a Dios Padre por los pecados de todo el mundo. En vez de los sacrificios sangrientos del Antiguo Testamento, nosotros ofrecemos en la liturgia, por determinación del mismo Señor Jesucristo, el pan de trigo más limpio, es decir, las prósforas; y el vino rojo más puro. Después de lo antedicho, ¿no tendrían que ser parecidos los sacrificios incruentos a Dios, es decir, las velas, el óleo y el incienso? Si en el Antiguo Testamento sacrificaban animales limpios, no cabe duda, que igual de limpios deberían ser las velas, el óleo y el incienso. En realidad, deberían ser limpios, pero, desgraciadamente, no siempre es así. Es raro encontrar hoy en día velas de cera pura, óleo o incienso sin ningún agregado. Por lo general, traen a la iglesia velas elaboradas con una mezcla de cera mineral, y para su peso, se les agrega tiza, arcilla, harina y muchos otros elementos. Al óleo de oliva se le mezcla cualquier otro tipo de aceite y hasta kerosén, y al incienso ciertas resinas bajas y talco. Se encargan de esta falsificación, por desgracia, aparte de los judíos, también ciertos cristianos; como resultado, este tipo de velas, incienso y óleo dan mal olor, crepitan y echan humo negro, que ennegrece el iconostasio, arruina los íconos y causa mareos a los propios feligreses. Estos objetos nos molestan y son nocivos, ¿podrían acaso ser agradables a Dios, el que pide sacrificios sin defecto? ¿No es acaso pecaminoso para los cristianos, en aras de mayor lucro, mezclar a las velas, al incienso y al óleo ciertos elementos nocivos, cuando estos objetos desde el punto de vista religioso se hicieron sagrados e imprescindibles? Todo agregado a cera, óleo e incienso privan a estos elementos de sus propiedades, que deben servir como expresión de nuestros santos sentimientos. Por ejemplo, "sólo la cera, dice Simeón de Solunia, como elemento más puro puede significar nuestra pureza y sinceridad del ofrecimiento; sólo la cera, como elemento blando y consumible por el fuego, puede significar nuestra obediencia y buena voluntad para arrepentirse de nuestra vida pecaminosa; sólo la cera, recolectada de las flores perfumadas puede significar la Gracia del Espíritu Santo" (Diach. Ch. III, pág. 292). Ahora está claro que la vela que no está fabricada de cera únicamente, no se considere una vela de la iglesia, es un sacrificio denigrante, y esto, por mandato Divino, no sólo no obtendrá la bendición de Dios, sino podrá atraer el enojo de Dios.
Es por ello que el presbítero de la iglesia, tomando ejemplo de los antiguos sacerdotes, los que vigilaban atentamente la calidad del sacrificio, también hoy en día trata de erradicar de los templos de Dios las velas, el óleo y el incienso mezclados con algo poco digno; teme que tanto los fieles como él mismo, sea expuesto al reproche que hizo el Señor a los israelitas a través del profeta Malaquías por haber llevado sacrificios no dignos: "Me traen a Mi altar de sacrificio pan impuro, y cuando traen algo ciego, cojo y enfermo, ¿no es malo acaso también eso? ¿Si le ofreces lo mismo a un príncipe, estará él contento contigo y te recibirá con benevolencia? dice el Señor" (Malaq. 1: 7 y .
En la historia del icono de la Madre de Dios llamado: "el que se hace oír pronto", se relata lo siguiente: un monje encargado de la comida, de nombre Nilo, caminaba con una astilla encendida (usada como vela, N. T.) cerca de éste icono. Cierta vez, caminaba de la misma manera con esa especie de antorcha, cuando escuchó las siguientes palabras: "La próxima vez, no te acerques aquí con la astilla prendida y no eches humo sobre Mi imagen". Nilo no dio importancia a estas palabras y nuevamente caminó al lado del icono con la misma astilla encendida. De repente, oye nuevamente las siguientes palabras: "¡Monje, poco digno de este nombre! ¿Caminarás mucho tiempo todavía y seguirás ahumando mi imagen desvergonzadamente?". Luego, Nilo encegueció instantáneamente (Blagodat. Bogomat. 506).
¡Así fue castigado el monje Nilo por su negligencia; no atendió a la voz de la Madre de Dios que le advertía y por su desobediencia fue castigado por su ceguera espiritual con una ceguera física! ¿No serán mayormente castigados los que no escuchan la voz del mismo Dios a través de Moisés? El Señor le prohibió ofrecer sacrificios no purificados; y algunos, por poca sensatez, por economizar, siguen adquiriendo objetos de sacrificios como velas, incienso y óleo no puros, a precios más bajos, sin interiorizarse en las causas de su poco costo. De ahí se concluye, que esta clase de gente que ofrece sacrificios, a veces elige para su comida y vestimenta los mejores elementos, y a Dios le ofrecen lo que les resulta más barato. ¿Cómo les tendrá que avergonzar a esta gente economizadora el ejemplo de la viuda del evangelio que no vaciló en dar su última moneda, que le servía para la comida, para un sacrificio a Dios? Sí, son muchos los que pecan tratando de economizar al comprar velas, incienso o aceite poco limpios, sin prestar atención a su calidad. Pero más pecan aún, los que tratando de enriquecerse, se dedican a mezclar con elementos poco dignos, sabiendo perfectamente que las velas de cera, el incienso y el óleo tienen la finalidad de servir como sacrificio a Dios en el oficio de la iglesia. Pecan ellos mismos y llevan al pecado a otros, tentando a los demás y olvidando el severo mandamiento Divino: "Desgracia al hombre de donde viene la tentación". Esta gente ávida de provecho está sedienta de más y más riqueza, mientras tanto, olvidan una máxima dicha por nuestro Señor: "Insensato, en esta noche se tomará tu alma, ..." (San Lucas 12: 20). Por el tono de lo antedicho (la cita) se ve que los herederos de este tipo de personas no aprovecharán lo que fue acumulado de esa manera.
¡Teman, ¡oh!, ávidos de riquezas, al que les amenaza con su cólera! Nosotros, hermanos, tratemos de no encolerizar al Señor, a su Purísima Madre y a todos los santos de Dios con nuestros sacrificios poco dignos; tratemos de utilizar en estos sacrificios óleo e incienso puros y velas de cera pura, aunque fuesen más caros, para que éstos sean sacrificios dignos a la santidad del Señor y por medio de ellos podamos adquirir la bendición de Dios.
Del convento de San Pantaleón. Nº 271