LA IGLESIA DE CRISTO.
Jerarquía eclesiástica.
Del libro “Teología Dogmática” del Prot. Mijail Pomazansky
Todos los miembros de la iglesia de Cristo están llamados a realizar su salvación en Cristo. Todos son iguales ante el juicio de Dios. Al mismo tiempo, así como las partes del cuerpo tienen diferentes funciones para la vida del organismo y como en una casa cada parte del edificio tiene su uso designado, en la iglesia existen diferentes servicios. El servicio más alto en la Iglesia, como organización, lo acarrea la jerarquía. Ella se distingue del común de los miembros.
La jerarquía fue establecida por nuestro Señor Jesucristo. “Él mismo dio a unos ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y doctores para la consumación de los Santos en las funciones del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, según la medida de la edad cumplida de Cristo” (Ef. 4:11-13).
Nadie de la Iglesia toma por si mismo el ministerio jerárquico, sino que solamente los llamados y puestos legalmente por medio del sacramento de la Ordenación “y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Heb. 5:4). Por más que una persona sea de una alta vida moral, no puede desempeñar el ministerio jerárquico sin una especial consagración. Por eso no es posible poner un paralelo entre los grados de alta moral y los grados de alta jerarquía. Aquí es deseado pero no cumplido a la perfección. Nuestro Señor Jesucristo durante Su ministerio en la tierra entre Sus seguidores, doce discípulos-apóstoles, les daba especiales dones espirituales y autoridades especiales. Al aparecerse a ellos después de Su resurrección, les dijo: “Como el Padre me envió, también Yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados, a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos” (San Juan 20:21-23). Estas palabras hablan de lo imprescindible del apostolado desde lo alto para el cumplimiento del servicio apostólico, y en consecuencia el pastoral. El objetivo de este servicio está expresado en las últimas palabras del Señor a Sus discípulos antes de Su Ascensión: “Id pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos. Amén” (Mat. 28:19-20). En estas últimas palabras el Salvador indica el triple servicio de Su apostolado en Su misión: a) enseñar (enseñad), b) desempeñar las sagradas funciones (bautizándolos) y c) gobernar (enseñándoles a guardar todo). En las palabras: “Yo estoy con vosotros hasta el fin de los siglos” bendijo el servicio pastoral de Sus sucesores para siempre hasta el fin del mundo, cuando termine la Iglesia terrenal. Las previas palabras: “recibid el Espíritu Santo” (San Juan 20:21) demuestran que esta autoridad pastoral esta íntimamente ligada al don especial de la gracia del Espíritu Santo. Las tres ordenes jerárquicas están unidas en un solo sentido pastoral, conforme a las expresiones del mismo Salvador: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (al apóstol Pedro; San Juan 21:15-17); a los demás apóstoles (1 Pedro 5:2) “apacentad la grey de Dios”.
Los apóstoles siempre expresaban la idea de la divina institución jerárquica, por eso en un rito especial se efectuó la adición de san Matías al rango de los 12 Apóstoles, en el lugar de Judas, el caído (Hech. Cap. 1). El rito se compuso de la elección de las personas dignas para ser sorteadas, oraciones y sorteo. Los apóstoles mismos decretaron a sus sucesores los obispos por medio de la imposición de las manos. El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “no descuides la gracia que hay en ti, que te ha sido dada por profecía mediante la imposición de las manos de los presbíteros” (1 Tim. 4:14). Y otra vez el apóstol le escribe: ”te recomiendo que revivas la gracia de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tim. 1:6). A Timoteo y a Tito obispos de Efeso y Creta se les dio el derecho de establecer presbíteros: “el motivo de haberte dejado en Creta fue, para que corrigieses lo deficiente y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené” (Tito 1:5). También el derecho de premiar a los presbíteros “los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza. La Escritura en efecto dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario” (1 Tim. 5:17-18). Derecho a examinar las acusaciones contra los presbíteros: “no admitas ninguna acusación contra un presbítero, sino con dos o tres testigos” (1 Tim. 5:19).
De esta manera los Apóstoles son aquellos que fueron elegidos para el más alto servicio de la Iglesia por el mismo Señor. Ellos pusieron a los obispos en calidad de sus directos sucesores y precursores, y a los presbíteros como sus ayudantes, como manos de los obispos, colocando en los obispos el hecho de proseguir la imposición de las manos para el presbiterado.
Los Presbíteros, desde los tiempos apostólicos y hasta hoy, es el segundo grado jerárquico. Los apóstoles Pablo y Bernabé, pasando por Listria, Antioquia e Iconia, ordenaron presbíteros para cada iglesia (Hech.14:23). Para resolver la cuestión acerca de la circuncisión, se mandaron mensajeros a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, (Hech. 15:2) ocupaban el lugar juntos (Hech. 15:6). El apóstol Santiago amonesta: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren por él ungiéndole con óleo en el nombre del Señor” (San Santiago 5:14). De esta amonestación vemos, que corresponde a los presbíteros: a) celebrar ritos eclesiásticos y b) en la Iglesia primitiva, en una comunidad particular, el presbiterado lo pueden ocupar varias personas, mientras que el obispo es uno para la ciudad y la región que la circunda.
Continuará.