ESPISTOLA DE NAVIDAD- OBISPO ALEJANDRO DE BUENOS AIRES

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Giorgos
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ESPISTOLA DE NAVIDAD- OBISPO ALEJANDRO DE BUENOS AIRES

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Epístola de Navidad

de Alejandro, Obispo de Buenos Aires y Sudamérica

"¡No temáis! porque les anuncio un gran gozo, a ustedes y para todos los pueblos: hoy, en la ciudad de David, ha nacido el Salvador, que es el Mesías, el Señor" (San Lucas 2:10).

La festividad de la Natividad de Cristo que se acerca despierta en nosotros los sentimientos más luminosos y elevados. Ante todo, el sentimiento de agradecimiento al Hijo de Dios, Quien vino a nuestro mundo terrenal, se hizo Hombre y se asemejó en todo a nosotros, salvo en el pecado. Nació en una gruta humilde, ya que no halló otra morada el Creador del mundo... Al hacerse hombre, nuestro Salvador vivió y trabajó entre los más simples artesanos y pescadores. Siendo Médico de cuerpos y almas, no despreció la compañía del hombre más pecador, y compartió las penas de los pobres sin hogar."Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde apoyar la cabeza" (San Mateo 8:20). Su palabra Divina tiene una fuerza poderosa: al penetrar en los corazones de los hombres, los hace renacer. La naturaleza inanimada obedientemente se somete a Él, la muerte devuelve a la vida a los que había arrebatado, los demonios tiemblan y le ruegan que demore su castigo.

Releyendo el relato Evangélico, resulta consolador que no es meramente un recuerdo del pasado, sino que hasta hoy día, Él está con nosotros de la manera más real. Ya hace más de dos mil años Su vivificante palabra Evangélica ilustra nuestras mentes, vertiendo en nosotros fuerzas espirituales nuevas. El Salvador guía nuestra vida, nos libra de desgracias, recibe nuestras oraciones, nos ayuda en las dificultades, nos vivifica a través de los sacramentos llenos de gracia. Hasta la más pequeña familia o comunidad se regocija con Su presencia:"Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos" (San Mateo 18:20).

Sienten con especial claridad Su misericordia y fuerza Divina todos los afligidos, enfermos y desdichados – todos los que han caído en una gran desgracia y no tienen a quien recurrir para pedir ayuda. Hoy, al igual que durante Su vida en la tierra, Jesucristo según las palabras del profeta toma sobre Sí nuestras penas y carga con nuestras enfermedades... con Sus llagas nos curamos (Isaías 53: 4-5).

Son incontables los casos en que el Señor demostró Su amor por los hombres. He aquí un hombre que sufre una enfermedad terrible que con alegría agradece al Salvador porque Él escuchó su oración y le ayudó. He aquí un ateo, que al hallar la fe, junto con ella encontró el sentido de su existencia terrenal. He aquí un rico, que en el pasado se encontraba preso de la pasión de la codicia, pero que encontró el gozo en la búsqueda de la riqueza espiritual. He aquí un drogadicto o alcohólico moribundo, que habiéndose liberado de su enfermedad, comienza un modo de vida saludable. He aquí un adúltero que se ahoga en el pecado, pero que se arrepiente y comienza a transitar el camino de la pureza y la castidad.

Casos como estos testimonian que la gracia de Cristo permanece inmutable. Hoy día, al igual que en la antigua Judea, esa gracia sigue manteniendo la fuerza de hacer renacer hasta al pecador más desesperado, de curar al enfermo, de alegrar al afligido, de hacer sabio al irreflexivo, de llevar por el camino de la bienaventuranza eterna a quien se ha perdido.

Por ello, tengamos plena esperanza en la gracia de Cristo que recibimos en la Iglesia. Agradezcamos al Salvador porque nos ama y dirige todo para nuestra salvación. Si nosotros no le ponemos obstáculos y no nos oponemos, Él nos va a salvar sin lugar a dudas, ya que para eso vino al mundo, Él que es Señor sapientísimo y todo misericordioso.

¡Los saludo a todos, queridos míos, con la regocijante festividad de la Natividad de Cristo!

  • Obispo Alejandro

¡SEÑOR JESUCRISTO TEN PIEDAD DE MÍ PECADOR!

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