Epístola Pascual de Metropolita Valentín-2006

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Priest Siluan
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Epístola Pascual de Metropolita Valentín-2006

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Epístola Pascual de

Valentín

Metropolita de Suzdal y Vladimir,

Primer Jerarca del la Iglesia Ortodoxa Rusa (Autónoma)

A los Reverendos Pastores, Monjes,

y Todos los Hijos Fieles de la Iglesia Ortodoxa Rusa


"La creencia en la resurrección es la corona de fe y la piedra en que la fe es probada. La creencia en la resurrección separa a los cristianos de los no cristianos."

Metropolita Antonio (Khrapovitsky)

Primero Jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero

Al contemplar y celebrar espiritualmente el día radiante de la resurrección de los muertos del Cristo Vivificante , su Amada Novia, la Santa Iglesia Ortodoxa "La cual Él ha comprado con el precio de su Propia Sangre", se regocija, invitando a sus fieles hijos a adentrarse en la alegría de su Señor.

La pertenencia más preciosa y pura que nosotros tenemos en esta vida terrenal es la buena nueva de que nuestro Señor y Salvador Jesucristo ha resucitado de entre los muertos. Esta noticia enciende la fe, fortalece la esperanza, y acreciente el amor.

Por de el evento sobrenatural de la resurrección victoriosa, Dios ha estado bien complacido por conceder a la humanidad tanto milagros como sabiduría. Así como en el tiempo de los apóstoles, cuando las multitudes exigían ver milagros, y los más ilustrados, como los griegos, buscaban sabiduría (I Cor. 1:22), la fe cristiana aumentó la reputación de la Iglesia de Cristo, e introdujo al mundo el milagro de la resurrección de Cristo.

Es esencial tener presente que, tanto al aceptar como rechazar la buena nueva de la resurrección de Cristo de entre los muertos, todos nosotros, no obstante, seguimos siendo las mismas criaturas de Dios tal como fuimos creadas, capaces de abrir nuestras almas y corazones al llamado de nuestro Creador. El hombre tiene el libre albedrío; de aceptar o rechazar, de creer o no creer.

¡La fe es un regalo de Dios! Una lámpara que arde, que puede ser apagada por el ímpetu del viento, o, por el contrario, puede ser avivada transformándose en una luminosa llama que ilumina a todos. En las vísperas de la Pasión y calvario de nuestro Señor, el Apóstol Simón Pedro, atesorando el don de la fe, en el nombre de todo el colegio de los apóstoles, imploró a Cristo, su Señor y Divino Maestro, "Señor, aumenta nuestra fe! "

"Confirma, Oh Dios, la Santa Fe Ortodoxa y a los Cristianos Ortodoxos", reza aun hoy la Santa Iglesia a su Señor. La fe cristiana se fundamenta en la verdad inmutable de la resurrección de Cristo, "Si Cristo no resucito, entonces vana es nuestra predicación, y vana también vuestra fe", dice el Santo Apóstol Pablo en su epístola a los corintios (1 Cor. 15:14).

Nosotros debemos alimentar el resplandeciente fuego de nuestra fe con nuestro amor por Dios, intensificando activamente nuestra búsqueda de las virtudes cristianas, para que los "hombres puedan ver vuestra buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre, que está en el cielo." Ningún hombre, que espera en Cristo y confía en Él, tiene el derecho a negar su Santa Iglesia, por "la cual Él ha comprado con el precio de su Propia Sangre", o mantener sus vanas opiniones propias en mas alto sitio que sus cánones y reglas, recordando que "sólo aquéllos, que se encuentran en la Iglesia pueden recibir la salvación, porque solamente a la Iglesia, el Señor le ha prometido un reino eterno. (Del "Prado Espiritual")

La muy gozosa fiesta del la Pascua del Señor, cual anualmente es renovada por la Santa Iglesia, debe ser para nosotros la precursora de la deifica vida eterna. El alma debe ser renovada en Dios, y en la luz de su Resurrección.

Ahora, detrás de nosotros, yace el prado de la Gran Cuaresma, el cual acabamos de dejar; días de ayunar y buscar el arrepentimiento de nuestros pecados. Somos reconfortamos por la cristiana esperanza de que Dios misericordioso perdonará nuestros pecados, de la misma manera que perdonó al hijo pródigo, a la mujer pecadora arrepentida, y al publicano que enmendó su vida.

El amor de Dios nos fortalece y nos inspira. La alegría de la resurrección nos llena del éxtasis espiritual con un sentimiento del triunfo de la verdad del reino de Dios.

Nosotros no debemos perder de vista, el hecho de que estos momentos de alegría triunfante pasarán, y volveremos a nuestras vanidades terrenales y cuidados, labores, dolores, y enfermedades, cuales actuarán para disminuir la chispa de fe, enfriar el alma, e intentar ahogar nuestra alegría espiritual. Como escribe San Juan de Kronstadt en su diario."Si no trabajamos para guardar la llama de la fe en nuestros corazones, ella puede perecer completamente por nuestro descuido, y la Cristiandad con todos sus sacramentos se volverá como algo carente de vida a causa de nosotros. Esto es exactamente la causa de porque el enemigo se esfuerza por apagar el fuego de la fe en nuestros corazones para enviar las verdades de la Cristiandad al olvido".

Y entonces quizás alguien nos diga, "¿Dónde esta ahora el triunfo de la Resurrección de Cristo? ¿Qué ha sucedido con la alegría que estuvo alguna vez en el corazón humano? “Conociendo nuestras debilidades y deseando ayudarnos de todas las maneras posibles, la Santa Iglesia nos ha dotado con las leyes y regulaciones, servicios y rituales, conservando los mismos podremos obtener e incrementar nuestro celo por Dios, cual es una fuente inagotable de buenas obras y de una vida agradable a Dios; es una zarza ardiente, cual no puede ser consumida. Si taponas una fuente, el flujo de la refrescarse y vivificadora agua cesará; si refrenas el celo, acabara la benevolencia y todos los buen pensamiento sobre Dios. Si apagas el fuego, no habrá ni luz, ni calidez; si extingues el celo, el alma no se inclinará a ninguna cosa buena, y su vida en Dios se volverá cada vez mas fría", dice San Teofano el Recluso.

Así entonces, una fe activa acrecienta el amor, y fortalece la esperanza. Basta con recordar a San Serafín de Sarov; toda su vida fue transitada en la alegría de la Resurrección de Cristo, y saludaba a todo aquel que acudía a él, en cualquier día del año y a toda hora, con las reconfortantes palabras, "Alegría mía, ¡Cristo Ha Resucitado!"

Amados en el Señor, Padres, Hermanos, y Hermanas de la Santa y Muy Sufrida Iglesia Ortodoxa de los Santos Nuevos Mártires y Confesores de Rusia, yo dirijo a ustedes las triunfantes palabras de nuestra fe, ¡Cristo ha Resucitado! ¡Y mutuamente y a su vez respondo a ustedes, ¡ En Verdad Ha Resucitado! ¡Y mi piadoso y ardiente deseo es que hallen en este día favorable y santo, una alegría pascual llena de gracia!

Humildemente,

  • Valentín

Metropolita de Suzdal y Vladimir

Pascua, 2006,

Suzdal

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