EPÍSTOLA DE NATIVIDAD del Sínodo de Obispos

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Priest Siluan
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EPÍSTOLA DE NATIVIDAD del Sínodo de Obispos

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Boletín Diocesano de Suzdal
Nº 37
7 de Enero de 2006

EPÍSTOLA DE NATIVIDAD

del Sínodo de Obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa (Autónoma)

A los Reverendos Pastores, Honorables Monjes, y Todos los Fieles Hijos de la Iglesia de Dios

Cristo ha nacido--Glorificadlo.
Cristo ha vendido desde cielo--venid ha verlo.
¡Cristo está en la tierra--exaltadlo!

Con estas palabras, las cuales hemos recibido hace tantos siglos de uno de los más grandes pilares de la Iglesia Ortodoxa, el divinamente inspirado Gregorio el Teólogo, recibimos el advenimiento de la festividad de la Natividad de Cristo. Y estas santas palabras, cuales son indudablemente inspiradas por el Espíritu de Dios, de una vez por todas han entrado en el magnificente jubilo de nuestros servicios ortodoxos, llenando el corazón del creyente con la trepidación espiritual que produce la regocijo de la Navidad.

Cuando nos acercamos a un nuevo año de la benevolencia de Dios, oímos nuevamente la canción jubilosa de los santos ángeles: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! La humanidad no hallo la verdad en la sabiduría orgullosa de los guardianes judíos de la ley, ni en los filósofos griegos, sino en la fe humilde de los pastores y los Magos; y la paz no resplandeció en el palacio de Herodes, sino en el pesebre de Cristo. Muchos siglos han pasado desde aquella gran noche, pero sin embargo aun hoy, e incluso hasta el fin de los siglos, la Santa Iglesia proclamará y predicara esta santo y celestial gozo. "Celebremos,” dice San Gregorio el Teólogo, “no suntuosamente, mas divinamente; no cuando el mundo celebra, sino de una manera más allá de este mundo; no nuestra propia fiesta, sino la fiesta de Él, Quién se volvió de nosotros, o, lo que es bueno decir, la fiesta de nuestro Amo!” La gran señal en los cielos --la estrella-- como con fuerte voz, predicó a todos que el Salvador se había revelado al mundo, y que el tiempo de nuestra salvación había comenzado. El Profeta Jeremías lama a Él, el libro de los mandamientos de Dios, y la ley que perdura para siempre, resplandeciendo en la oscuridad de los gentiles. (Baruc 3-4) Isaías lo vio juzgando con rectitud, castigando con violencia la tierra con la palabra de su boca, y matando al malvado con el soplo de sus labios. (Isaías 11). Daniel lo vio destruyendo los reinos terrenales del injusto y preparando el reino eterno de los santos del Dios del cielo. (Daniel 2).

Por la benevolente providencia de Dios, la carga de llevar la misión, llena de gracia, de confesar la Santa Ortodoxia en toda su pureza, según las palabras del Santo Apóstol Pablo, una carga no en yugo desigual con los incrédulos, ha sido puesta en los hombros de nuestra santa y muy sufrida Iglesia. (II Cor. 6:14). A lo largo del transcurso del fatal y apocalíptico último siglo, en espiritual solidaridad con la Iglesia en el Extranjero, nuestra santa Iglesia ha sido un tabernáculo celestial en la tierra, preservando el arca de la Gracia Divina, tanto a la vista de todos, como una luminaria, como también en oculta a la vista de este mundo corruptible, en las catacumbas. Ahora sin embargo, como los obispos de la Iglesia en el extranjero están demostrando, ellos no desean hacer como los Magos hicieron, esto fue, partir de la gruta de Belén y tomar otra camino para retornar a sus países de origen con la luz Divina que ellos contemplaron allí, sino que ellos han decidido retornar a Herodes en su deseo de destruir al Niño, entonces ahora, es nuestro deber mostrarnos al mundo “como ministros de Dios, con mucha constancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, cárceles, tumultos, en fatigas, desvelos, ayunos; en pureza, ciencia, paciencia, bondad, en el Espíritu Santo, en amor verdadero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios, mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda, en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama.” (II Cor. 6:4-8).

Amados, todos nosotros sabemos sobre la última y terrible herejía, la herejía de ecumenismo que no sólo se atreve a torcer sino que incluso a negar las enseñanzas de la Iglesia y de los Santos Padres. El peligro principal de esta herejía esta en el hecho que enseña a las personas a ser indiferente a la verdad, a ser apático a las cuestiones de la Fe, y a estar satisfecho con la mera forma exterior de los rituales religiosos, a la satisfacción de las propias necesidades religiosas de cada uno, y a buscar el propio y personal consuelo espiritual. Esta herejía enseña el amor a la falsedad, la tolerancia a la mentira, y fomenta en el corazón, un tipo de cristianismo alternante, otra “Ortodoxia,” la cual no tiene nada en común con la Ortodoxia de los Santos Padres. La nueva religión de ecumenismo ha reemplazado a la Ortodoxia en sí mismo.

Vemos cómo las mentiras, herejía e hipocresía han venido a triunfar. Una nueva iglesia falsa ha venido a tener lugar, vestida con los mantos de Ortodoxia. Pero nosotros conocemos desde las Sagradas Escrituras que la verdad siempre será perseguida, siempre estará en minoría, siempre será odiará y se crucificará por este mundo, porque este mundo no tiene ninguna necesidad de la verdad. El Señor Jesucristo predijo que sus verdaderos seguidores serian difamados como siervos del diablo, cismáticos y herejes, y que ellos serian blanco indefenso para la burla y odio de aquéllos que los rodean.

En el transcurso del último año, el Señor ha bendecido a nuestra Iglesia con nuevas persecuciones y ataques de sus enemigos, quienes han intentando destruirla desde dentro como también, intentaron impedir que nuevas ovejas entren en el redil. No desde el pesebre de Belén, sino desde la corte de Herodes, ellos diseminan su falso testimonio contra nuestra Iglesia. Con enfermizas mentiras y con las malévolas calumnias, ellos han estado intentando desacreditar la administración de la Iglesia, tanto en Internet como por imprenta. Estos esfuerzos no hacen más que demostrar cuan lejos ellos han partido del Cuerpo de Cristo.

Sin embargo, en la constancia de resistir las persecuciones por causa de la verdadera Fe, el Señor promete y concede felicidad y bienaventuranza. (Mat. 5:11). Las aflicciones de los Nuevos Mártires fueron de hecho duras de llevar, pero grande e incalculable es esa alegría que Dios les otorgo en cambio. El camino es difícil para aquéllos que tienen el valor y la fortaleza de dejar el abrazo de la falsa iglesia, quitarse de encima la decepción de su consuelo espiritual, embarcarse en el camino de la cruz de Cristo y unirse a la pequeña y perseguida Iglesia de los Verdaderos Cristianos Ortodoxos. Sin embargo, hacer esto, y comenzar a vivir de acuerdo con los mandatos de Cristo, es una gran fuente de felicidad. El reino de Cristo nos da la libertad en el Espíritu santo, nos da el más alto propósito de nuestras vidas, y nos da la alegría eterna. ¡Conservad la pureza de tu vuestra fe--y recibirás a cambio un reino! ¡Soportad las aflicciones y el destierro por causa de la pura Fe Ortodoxa--y a cambio entraras al banquete nupcial con el Novio! ¡Orad por quienes los ultrajan y calumnian--y a cambio serás bendecido por el Altísimo!

¡Amados en el Señor!

Saludando a vosotros en la gran festividad del nacimiento de nuestro Salvador, el Sínodo de Obispos llama a todos ustedes a hacer, con simplicidad y humildad, su peregrinaje hacia la noética Belén, con la misma fe que los pastores de Belén, para que allí podamos rendir culto a Cristo recién nacido, y darle a Él, a modo de regalos, nuestros propios corazones. Y en este peregrinaje, no permitamos desviarnos hacia la izquierda, o hacia la derecha, sino resueltamente y sin ningún temor, transitar sobre el camino espinoso de la preservación de la verdad. ¡Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con todos nosotros!

El Sínodo de Obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa

Navidad, 2006,

Suzdal

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