Epístola de Natividad de Obispo Demetrios (HOCNA)

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Priest Siluan
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Epístola de Natividad de Obispo Demetrios (HOCNA)

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LA SANTA METROPOLIA ORTODOXA DE BOSTON
Su Gracia Obispo Demetrio de Carlisle

Amados hermanos é hijos de la Santa Metropolía Ortodoxa de Boston.

¡Cristo ha nacido! ¡Glorifíquenlo!

En esta festividad resplandeciente y bendita, una vez más escuchamos la
resonante Voz de nuestro Salvador, los Padre de la Iglesia, y los
himnógrafos de la Iglesia quienes armoniosamente proclaman nuestra unión
con Dios – nuestra Divinización.

Dios asume en El nuestra naturaleza con el propósito de conformarnos con
lo Divino. El asume nuestra naturaleza, con el fin de liberarnos de la
corrupción. Asume nuestra naturaleza, con el fin de liberarnos de los
dolores de la muerte y del Hades. El asume nuestra naturaleza, con la
finalidad de darnos a cambio Su Cuerpo y Sangre creadores de Vida. El
asume nuestra humanidad, a fin de hacernos dioses por la Gracia.

La Theotókos fué el vaso escogido que contuvo al Dios-Hombre y experimentó
la más alta glorificación, la máxima unión con Dios.

“Alégrate, tú que eres dios después de Dios, la segunda en rango después
de la Trinidad” (San Andrés de Creta, Theotokárion, Variante del Tono
Primero, Nicodémo el Agiorita). Cristo fué mantenido dentro del vientre de
la Santa Virgen, para que podamos tenerlo en nuestros corazones. Todo
Cristiano Ortodoxo debe seguir el ejemplo de la Madre de Dios y de todos
los Santos, esto es, llegar a ser dioses por la Gracia.

Este muy bendito hecho que San Juan de Kronstadt llama “el continuo
milagro” (Mi Vida en Cristo, San Juan de Kronstadt) está ante y ocurre en
nosotros, de una manera sagrada, oculta, cuando asistimos a la Divina
Liturgia. De hecho, todos los eventos de revelación de nuestro Salvador
suceden durante aquellos santos momentos en que nos encontramos atendiendo
el servicio de la Santa Eucaristía.

San Juan Clímaco nos enseña:

“Aprendan, no de un ángel, ni de un hombre, ni de un libro, pero de Mí,
esto es, desde Mi morada, desde Mi iluminación y acción en ustedes; pues
Yo soy manso y humilde de corazón, de pensamiento y de espíritu, y sus
almas encontrarán descanso de los conflictos y alivio de pensamientos”.
(La Escala del Ascenso Divino, Peldaño 25:3)

Amados fieles, ¿qué haríamos sin los Santos de Dios, que nos han explicado
la encarnación de nuestro Salvador, y que nos muestran la bendita manera
de acercarnos a nuestro Salvador? Ellos realmente entendieron a nuestro
Salvador, porque ellos Le experimentaron. Cada día el nació de nuevo en
sus corazones.

San Gregorio de Sinaí nos enseña:

“El que busca comprender los mandamientos sin cumplirlos, y adquirir tal
entendimiento por medio del aprendizaje y la lectura, es como un hombre
que tiene una sombra como verdad. Pues la comprensión de la verdad es dada
a aquellos que se han convertido en partícipes de la verdad (los que la
han experimentado viviéndola). Aquellos que no son partícipes de la verdad
y no son iniciados en ella, cuando buscan este entendimiento, lo sacan de
una sabiduría falseada. (Textos sobre Mandamientos y Dogma – La
Filocalía).

Es aquí de donde surge la herejía, es decir, del entendimiento “humano”.

En uno de sus escritos, San Gregorio el Magno nos dice:

“Entonces ¿qué podemos decir acerca de nuestra admiración por la vida de
los Santos, cuando los mismos Antiguos Padres, considerando la vida de los
apóstoles de la Santa Iglesia, los admiraron enormemente? ¿Y el salmista
no admiró sus vidas cuando dijo: Más para mí sumamente honorables son Tus
amigos, ¡Oh! Señor; sus principados son extraordinariamente fuertes (Sal.
138:17)? Pregunten qué dice acerca de Sus amigos en el Evangelio en el que
dice a Sus apóstoles la Verdad: “Ustedes son Mis amigos” (Jn. 15:14)”.
¡Qué triste es cuando encontramos gente que no hacen caso a los Santos
Padres!.

Cada día Cristo quiere nacer de nuevo en nosotros. El santo Anciano
Jerónimo de Eguina acostumbraba decir, “un día en el que no encontramos a
Cristo nuestro Salvador, es un día perdido”.

Cristo nace de nuevo en nosotros cuando recibimos Su Cuerpo y Sangre.
Todas las festividades de nuestro Salvador nos traen esta gracia,
esperanza y alegría de renovación: “¡Oh! Señor, que a la tercera hora
enviaste Tu Santísimo Espíritu sobre Tus Apóstoles y discípulos: No lo
apartes de nosotros ¡Oh! Bondadoso, más Renuévalo en nosotros Te rogamos”.
(Servicio de la Tercera Hora, El Gran Horolóyion)

San Efraín el Sirio nos da algo de luz:

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    “El buen Dios nos concede la iluminación del conocimiento, y Su

gracia
siempre visita nuestros corazones. Si ella allí encuentra paz, entra y
mora constantemente en el alma. Pero si no encuentra el corazón puro,
inmediatamente se aparta. Sin embargo la compasión la anima a descender
nuevamente y visitar a nosotros pecadores, pues somos inconstantes debido
a nuestra libre voluntad, pero no por naturaleza….Ella solamente deja una
trazo de su radiante dulzura en el corazón, de modo que uno pueda
reconocer esa gracia que lo ha visitado, más no encontró una entrada, y
habiéndose deleitado él en el esplendor de la gracia, pueda
buscarla…Bendito es el hombre que siempre se esfuerza por preparar para
la gracia un corazón puro, que cuando ella llegue pueda encontrar la
fragancia de las virtudes y un sagrado lugar en el alma, y habitar en
ella por siempre y para siempre”
(San Efraín el Sirio, Un Salterio Espiritual, # 114)

Que nuestro Dulcísimo Salvador Jesucristo renueve siempre Su Gracia en
nosotros para que continuamente renazca, y que podamos llegar a ese
bendito día que no tiene fin en el Reino de los Cielos.

Su ferviente suplicante ante Dios,

+Obispo Demetrio de Carlisle

Protocolo 2817
Natividad 2009

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